viernes, 15 de agosto de 2008

Jesús estorba

En la Biblia se cuenta de una pequeña ciudad llamada Gadara, que era muy, muy pequeña. Gadara quedaba en la frontera entre dos países. Era necesario sólo cruzar una calle y del otro lado ya se hablaba una lengua extraña y se comía otro tipo de alimentos.
Un día, Jesús decidió visitar esa aldea olvidada, y al llegar un lunático, poseso por una legión de espíritus malignos, vino a su encuentro. Nunca se supo acerca de los familiares, traumas y heridas de este hombre cuyo estado era lamentable e inmundo. Pero ya nadie se preguntaba, ¿Cómo había llegado hasta ese punto?, todos se conformaban con su decadencia.
El gadareno quería ser libre; buscaba recuperar su vida, pero no lograba encontrarla. Vivía en el cementerio del lugar y en la desesperación por arrancar de dentro del alma tanta degradación, desarrolló manías autodestructivas. Por la mañana, era común verlo mutilado por los cortes hechos con piedras.
Jesús entabló un dialogó con los demonios que lo poseían y en esa corta conversación, la legión de demonios tuvo de Cristo el permiso para poseer una manada de cerdos que estaban alrededor. Cuando los demonios entraron en los cerdos, ellos se desesperaron y se precipitaron en un abismo.
Se cuenta que los que cuidaban a los cerdos huyeron y fueron a contar los hechos en la ciudad, el pueblo fue a ver lo que había sucedido. La sorpresa fue absoluta. Todos fueron testigos, el hombre que había sido cautivo por una legión de demonios ahora estaba sentado, vestido y en perfecto juicio. La noticia corrió, y cuando los curiosos relataron lo que había sucedido al gadareno y a los cerdos, el pueblo de la ciudad se reunió para expulsar a Jesús de allí. ¿No le parece extraño?
Mientras un ser humano era destruido por fuerzas satánicas, nadie tomó ninguna previsión para rescatarlo. Los centros de beneficencia no movilizaron a los empresarios ricos para ayudar; sacerdotes, pastores y rabinos serenaron a sus congregaciones con buenas explicaciones teológicas; los políticos prometieron acciones concretas para el próximo año fiscal; ninguna ONG se formó para disminuir su sufrimiento. El pobre mendigo seguía preso, esclavizado a fuerzas mayores que él.
En el momento en que se constató el perjuicio financiero, se hizo necesaria la expulsión de Jesús. Pero, antes de partir, Jesús dejó una lección de moral a aquella comunidad judía (que desde su formación tenía prohibido el tocar, criar o comercializar cerdos): “¡que vergüenza, ustedes aprendieron a amar un cerdo más de lo que aman a una persona!”. Gadara es la metáfora del mundo. Las naciones siguen amando a los cerdos más de lo que aman a mujeres y hombres. Sólo necesitamos ver a nuestro alrededor; un caballo de raza vale más que un niño africano; un anciano palestino no tiene la misma importancia que un caniche de Texas. No hay dudas: las vacas lecheras inglesas son protegidas con más denuedo que las niñas usadas para el tráfico internacional de la pedofilia.
Mientras los religiosos vociferamos nuestros sermones más entusiastas, mientras los políticos alternan debates sobre el futuro de la humanidad, mientras los banqueros multiplican sus lucros, muchos pobres necesitan ser restituidos a la vida y recuperar su dignidad para poder abrazar a sus familiares. Debemos reconocer que Jesús sigue siendo un estorbo. Mientras él considera que una alma vale más que el mundo entero, las naciones mantienen esa extraña predilección por los cerdos.
¡Que Dios nos ayude para estorbar como Jesús, en la convicción que más vale una persona redimida que el mundo entero con sus cerdos!
Caleb

2 comentarios:

Jaime dijo...

Gracias Pastor por estes artigos tão abençoados.

Dios le bendiga

Jaime - São Paulo - Brasil

Jonathan dijo...

Nada que agregar Caleb: claro, conciso, "al callo"... no había leído tu blog y me encontré con esta hermosa sorpresa de un nuevo y poderoso mensaje publicado.
Espero que me permitas utilizarlo como referencia en alguno de mis sermones... jejeje
abrazos!